viernes, 22 de julio de 2011

Una tarde roja...




Una tarde roja se ríe de mí

y me ahogan

sus carcajadas

embotan mi cabeza como hacen tus palabras,

cuando me susurras lo que quiero oir

y sé que mientes

porque si despierto no estás.



Una tarde con dientes de acero

me destroza despacio

al ir poco a poco trayendo a mi lado

el revuelo de pájaros locos

que recuperan

alborotados

el cobijo de su árbol.



Una tarde cualquiera

sirve,

una tarde de esas que nunca terminan.

Y siempre es la misma tarde.

La que dice que así se aprende

a esperar.

La que me recuerda lo que dijiste,

abarcando mi contorno

con explicaciones no pedidas

que no te exculpaban

y te alejaban.



Ahora acaba la tarde,

y con la noche vendrán esos amantes,

mis fantasmas.

Y levantarán la losa que cubre mi sueño,

entrando en él,

refugiándose en mí,

abrazándome como querría que hubieses hecho,

diciéndome todo lo que quise oir.



Espero la noche

y te espero a ti.




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