Corren hormigas por mis venas
mientras las sábanas
enroscadas
son nuestro horizonte
de sueños,
ardientes
dunas modeladas con lentitud
hasta que la marabunta
nos devore
como soñamos devorarnos
al ritmo incansable
que acude a nuestras sienes.
Nadan peces
en mis aguas tranquilas
mientras observo
tu cuerpo,
suavemente brillar
entre los juncos de mis sombras,
dibujando el relieve del fondo
de mi estanque,
surcando arenas,
esperando el viento que nos haga navegar
profundamente
hasta lo más hondo
buscando el caudal que nos nutre,
olas que agiten luces y sombras,
playa de naúfragos.
Y te miro,
y me miras.
Y no miramos atrás.
Tiene el aire olor a sal,
a claveles blancos,
y a membrillos.
No miramos atrás.
Ya no existe nada,
nos ahogamos en nosotros,
buscándonos,
y yo te encuentro en mi piel
y me pierdo por tu espalda,
por tu cuello,
por tus manos...
Y me encuentras escondida
en tu refugio de invierno
esperando el calor que guardas
entre tu cuerpo y el mío,
para que ardamos vivos,
como el sol...
como el estío...
Corren hormigas por mis venas...
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