martes, 14 de junio de 2011

Quinto B

             Estaba esperando junto al portal, sólo para verte salir, con las manos en los bolsillos y la mirada baja, contando los adoquines, arrastrando con la frente el peso que acababas de dejar en el quinto B. No podía ayudarte, ya no. Aunque, la verdad, tampoco te habrías dejado, siempre has pensado que puedes con todo y has hecho tuyo lo propio y lo ajeno, a la fuerza. Pero ahora yo ya sé que en ese momento viste en mis ojos tu error y ya era tarde,... tan tarde que no había marcha atrás y sólo pudiste quedarte con la lucidez de ese instante que reveló toda la locura que se camuflaba en tu alrededor. Te esperé, pero ya no podías verme.

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