¡¡Que bueno ...el café!!, precisamente porque le habían amargado el día, el café, sin azúcar, le supo muy dulce, intensamente reconfortante. No era necesario dar más vueltas a toda aquella tragicomedia que le cayó en suerte, total ¿para qué? Lo pasado ya pasó y lo hecho hecho está, ¿no?, eso decía su abuela... A fin de cuentas, nada podía cambiar, se acabó, ya está. Tampoco fue culpa suya, simplemente se limitó a actuar como creyó conveniente. Ahora ya daba igual, el café calentó su pecho, tiñó su memoria y la oscuridad le hizo olvidar todo. Ahora estaba feliz, se levantó y caminó hacia el pasillo, no recordaba haber dejado la luz encendida, ni siquiera vio su propio cuerpo sin vida a sus pies, su cadáver perlado, inmóvil, con una cianótica sonrisa en sus labios. Estaba realmente bueno...ese café.
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