Voy hacia el río y me acompañas
pegada a mí.
Ligera, esbelta, silenciosa.
Ahora, a mi lado, callada.
Oigo el rumor del agua.
Y siento suave el viento en mi cara.
Remolinos oscuros hablan alto,
confusión y espumosa algarabía,
la luna observa.
Negra, negra es mi sombra
y me acompaña.
Negro, negro el silencio
con el que me grita.
Sólo es de plata mi piel
trasluciente del alma que reluce
asomando a mi puente,
las enredadas ideas
y mi mente.
Y el frío me pregunta por ti,
y por mí.
Yo no quiero ni nombrarte
que si te miento
en el combate yo misma me cuento.
El agua diluye nuestra esencia
Argénteo el reflejo que nos devora y traga
Dulce el rumor que nuestro devenir embarga.
Vuelvo del río y me acompañas
pegada a mis pies
siguiendo mis pasos,
ligera, esbelta, silenciosa.